Ya hubo otra amnistía, con los «padres de la Transición»
Por José Luis Fernández, periodista
Después de una legislatura pasada sonando sin parar las trompetas de la Apocalipsis por el fin del mundo (okupas que entran mientras vas al supermercado, invasión de inmigrantes, el recibo de la luz disparado, el paro desbocado… bueno, eso último ya no cuela), nos encontramos de nuevo al borde del cataclismo por ¡la amnistía!
Se tambalean los cimientos de nuestra democracia si se hace borrón y cuenta nueva con los disparates cometidos por el independentismo catalán. Oriol Junqueras y alguno más estuvieron en el trullo un par de años antes de ser condenados, en prisión preventiva para un juicio que no llegaba -qué raro- y el chiquilicuatre Puigdemont lleva más del doble de ese tiempo en el exilio. Tratándose de alguien que tiene auténtica devoción por su patria, parece un castigo insufrible que no debió imaginar tan prolongado. Tampoco me da lástima.
En cualquier caso, entre nosotros: una amnistía para aquella fantochada de urnas de cartón y una república bananera de siete u ocho segundos no nos va a cambiar la vida ni a usted ni a mí. Ignoro si se puede «romper España» por indultar a delincuentes no violentos, pero hace no tantos años, primero Felipe González y luego José María Aznar (vaya dúo) pactaron ni más ni menos que con Jordi Pujol, en aquellos tiempos no tan independentista, pero un maestro de la corrupción, con media familia suya implicada en el mangoneo. Entonces no pasaba nada por llegar a la Moncloa con aquellas amistades peligrosas, el mago del 3 per cent, tal como advirtió el socialista Pasqual Maragall, a quien le taparon la boca en su propio partido.
Ver ahora a los dos expresidentes y a Alfonso Guerra o al manchego Emiliano García Page y algún barón más del PSOE rasgarse las vestiduras cargados de ética me dan ganas de reír o de llorar, por su desfachatez. En su día y tras cuatro décadas de dictadura, los llamados «padres de la Transición» se pusieron de lado y silbando para disimular y que todos nos olvidáramos de abusos, represalias y miles de atropellos a los derechos humanos de los vencidos en la Guerra Civil. Se ha tardado casi otro tanto en sacar adelante leyes de Memoria Histórica, Democrática… para honrar a tantas víctimas de la represión franquista, esas normas que tanta alergia le provocan a Vox y a parte del PP. Aquello de finales de los 70 también fue una amnistía de facto, un pasteleo con las fechorías de muchos verdugos, algunos con asuntos tan vergonzosos en su conciencia como las torturas, que incluso fueron condecorados.
Los bienpensantes siempre elogiaron aquellas negociaciones entre ciertos dirigentes de derechas y de izquierdas, como síntoma de generosidad, diálogo, altura de miras… y lo justificaron para rebajar tensión social con la ultraderecha y prevenir tentaciones golpistas, como luego confirmó Tejero. En cambio, en 2023 no se puede perdonar un referéndum chapucero y sin trascendencia que algunos iluminados montaron porque se les niega organizarlo en condiciones, con total legalidad. Eso, con tres cuartas partes de los catalanes reclamando las urnas, tanto quienes quieren separarse de España como los que prefieren quedarse dentro, pero hartos de tantos chantajes y manipulaciones. ¿Habrá algo más democrático que votar y zanjar el conflicto de una vez? ¿No está justificado ahora para rebajar tensión social al norte del Ebro y prevenir una fractura del Estado?