por José Luis Rico
No sé ustedes, pero yo ya no sé si reír, llorar o buscar un búnker donde esconderme. Entre guerras, desastres y payasos con traje, la humanidad parece haber abrazado el caos como estilo de vida. Y como si el guion no fuese ya suficientemente surrealista, los americanos –los guardianes de la democracia y el orden– vuelven a colocar en el poder al ínclito Donald Trump, que regresa como ese villano de película de bajo presupuesto que, aunque derrotado, reaparece en la secuela con más chistes malos y un ego más inflado que nunca. Porque, claro, ¿quién mejor para liderar al «mundo libre» en plena crisis global que el hombre que recomienda desinfectante intravenoso?
Mientras tanto, en Ucrania, Putin sigue jugando a la ruleta rusa con el planeta, agitándonos su arsenal nuclear como quien presume de coche nuevo. «¡A que no te atreves!», parece decirnos, mientras el resto del mundo cruza los dedos para que el botón rojo se quede sin pilas. Pero no todo es amenaza inmediata: en Israel, Netanyahu continúa con su propia versión del «Hazlo y luego pregunta», desafiando a la comunidad internacional con la gracia de quien sabe que nadie se atreverá a tocarle ni un pelo. La Corte Penal Internacional, esa institución que debería imponer respeto, parece tener menos autoridad que un maestro sustituto en una clase de adolescentes rebeldes. Y Francia, oh, la grandiosa Francia, decide ignorar las órdenes porque, claro, Netanyahu es un tipo estupendo. ¡Qué labor tan admirable la de mantener a raya –a base de masacrarlos– a todos esos miserables de tez morena en ese pequeño paraíso de paz y democracia que es Oriente Medio!
Y en casa, la política española ha decidido que, si vamos a hacer el ridículo, lo hacemos en grande. Pactos inverosímiles, insultos a granel y un desfile interminable de escándalos que convierten a nuestra clase política en un chiste que se cuenta solo.
Todo mientras el cambio climático sigue convirtiendo al planeta en un horno, cortesía de esos genios que todavía creen que Greta Thunberg es el enemigo número uno del progreso.
¿Y nosotros, los simples mortales? Miramos desde el sofá, con una mezcla de horror y resignación, mientras nos preguntamos si esto es un capítulo de Black Mirror o simplemente un jueves por la tarde en este maravilloso circo global. Pero tranquilos, que siempre podemos contar con los líderes del mundo. ¿Qué podría salir mal?