Opinión

Trump da un golpe a la economía global mientras su fortuna se dispara

por Marcelo Castelló, sociólogo

Donald Trump lo ha vuelto a hacer. En su eterna cruzada contra el mundo, el magnate convertido en presidente ha decidido que el pasado 2 de abril sea recordado como el «Día de la Independencia Económica» de Estados Unidos. Y para celebrarlo, nada mejor que levantar un muro arancelario del 10% como base general, con tarifas específicas que llegan al 54% para China y al 20% para la Unión Europea. Porque, en su mente, todo se reduce a una cuestión de «nos roban o les robamos primero».

La pregunta del millón es: ¿Trump realmente cree en esta guerra comercial o simplemente está actuando movido por una malsana estupidez? Su retórica sugiere que esta es la manera de devolverle a Estados Unidos la riqueza perdida, cuando en realidad lo único que está consiguiendo es desestabilizar un orden económico que, con sus defectos, al menos garantizaba cierto equilibrio.

El problema de Trump no es solo que juegue con fuego, sino que lo hace sin la menor consideración por las consecuencias. Ursula von der Leyen ya ha advertido que estos aranceles encarecerán la comida, el transporte y los medicamentos para todo el mundo, incluyendo los propios estadounidenses. Pero a Trump eso le importa poco, porque su misión no es mejorar la economía global ni siquiera la de su propio país; su objetivo es el show, la confrontación y la construcción de una narrativa donde él es el único defensor de Estados Unidos frente a una horda de países «gorrones» y «estafadores».

El resultado inmediato ya se está viendo en los mercados: caídas en las bolsas asiáticas, inversores refugiándose en el oro, y una incertidumbre que solo promete escalar. Porque este no es un plan a largo plazo ni un ajuste justificado: es una pataleta de un presidente que cree que la economía global funciona como sus negocios, donde puede chantajear y hacer «deals» sin consecuencias. Y lo peor es que, en su visión del mundo, cualquier país que ose responder a estos aranceles con medidas similares estará actuando de forma «hostil».

El panorama que deja esta guerra comercial impuesta por Trump es aterrador. No solo porque va a encarecer los productos para los propios estadounidenses (un «detalle» que el presidente ignora), sino porque pone en jaque la estabilidad del comercio mundial. El proteccionismo de este calibre no trae prosperidad, sino inflación, desconfianza y un efecto dominó donde todos terminan perdiendo.

Su base electoral sigue apoyándolo bajo la creencia de que estos aranceles representan una lucha contra la globalización descontrolada, mientras él sigue multiplicando su riqueza personal apoyándose en la desinformación y las mentiras.

El problema con Trump no es solo su visión distorsionada de la realidad, sino su total falta de responsabilidad con el futuro. Estados Unidos no está recuperando su riqueza, está sembrando el caos. Y lo peor es que esta no es la primera vez que lo hace ni será la última. La pregunta no es si estas medidas serán devastadoras, sino cuánto tiempo tardaremos en recuperar la sensatez después del paso de este huracán de egolatría disfrazada de política comercial.

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