Todo para uno y todos contra ella
Ustedes lo saben, la derecha y su ultra han tensionado fehacientemente la política patria en su acoso y derribo al Gobierno de Sánchez, siendo así que ya nada es normal ni en los entierros. La pasada semana acudí al entierro de un nonagenario amigo del que me despedí dándoles a sus hijos ese pequeño escrito que en honor a la memoria de su señor padre redacté. Tomando café con ellos, raudo alguien sacó el tema político, pues me había declarado como persona de izquierda moderada y, claro, estalló algo dentro de sus cabecitas, y comenzaron a vomitar su derechismo con argumentos tan manidos y desacertados como el preguntarme «¿por qué eres socialista?». En cuanto me fue posible contestarle, le respondí que soy de izquierdas al igual que él lo era de derechas. No nacemos con el ADN de izquierda o de derechas, lo somos porque así nos ha hecho ser la vida desde la cuna. Y eso no podemos evitarlo, forma parte de todo aquello que la existencia nos impulsa a decidir cada vez que se nos coloca en alguna encrucijada.
Más allá de todos esos zapatos embarrados y mentes ávidas por contagiarse de aquella misma tristeza de la derecha y su ultra, he querido escaparme de esos dañinos confines, pero ‘ella’ ha vuelto a hablar, y cuando ‘ella’ se planta ante los medios, sin duda que exhala un aliento político apestoso y de mucho rencor. Ella es la señora a la que le gusta mucho la fruta, tanto que, va y nos brinda la defensa de su pareja denunciando un caso turbio de todos los poderes del Estado contra su pareja: «Hacienda le debe 600.000 euros». Luego, sin haber aclarado nada, carga contra Sánchez después que este haya pedido su dimisión por la denuncia de la Fiscalía. La lideresa se cree el ombligo del mundo, todos buscan su destrucción, todos contra ella. «Sánchez está sentado en la corrupción política y económica y esto no lo va a tapar, aunque pida mil veces mi dimisión. Hasta donde sé, se está dando una inspección fiscal salvaje hacia mi pareja…»; y sí señora Ayuso, todo huele a turbio en Dinamarca.
Alberto González, el novio de Ayuso, parece que compró un Maseratti tras cobrar los beneficios de su intermediación por la compra de mascarillas bajo sospecha. No paga el impuesto de vehículos de tracción mecánica, y debe hasta seis multas de tráfico. Y es que parece, cuanto menos muy sospechoso, que algunos que se acercan al entorno de la presidenta, terminan de algún modo aumentando sus ganancias. Mal vamos, señores, cuando la frutera de España no se harta de lanzar a diestro y siniestro diatribas baratas para defender a su pareja. Mal vamos, cuando Feijóo no se corta ni un pelo en acusar a la mujer de Sánchez; un todo contra todos, y es que nuestra política es muy necesaria, pero es un asquito. Cuidado. Hemos de tener una paciencia espantosa o, cuanto menos, una pinza para la nariz.