Que manden las urnas
Sí, es lo que esperamos y deseamos los demócratas de buena fe –por encima, incluso, de nuestras preferencias por uno u otro partido político–, en estas elecciones tan importantes que se nos vienen encima. Aunque sabemos de antemano, por las muestras ya vistas y oídas por el PP y Vox, que la cosa no da para esperar una campaña que brille por su veracidad y buena educación; estos dos partidos, que representan a la derecha y a la ultaderecha española, parecen llevar en las venas un profundo resentimiento que, más que el normal antagonismo de los partidos en liza, roza el odio, un odio cerril hacia la coalición que nos ha venido gobernando más de cinco años, así como al PSOE y, sobre todo y por encima de todo, al presidente Pedro Sánchez.
La llaman sanchismo a esta campaña de implacable desprestigio contra el actual presidente del Gobierno y, por lo visto y oído, todo vale con tal de enlodar su imagen y la labor desempeñada desde el mismísimo comienzo de su mandato, al que han tildado de nefasto y otras lindezas de no menos enjundia; y a él como traidor, bolivariano, cómplice de asesinos. Continúan llamándolo okupa de La Moncloa –no sabemos si por haber forzado la cerradura para invadir el palacio y ahorrarse el alquiler–. Uno se pregunta si al tener tantos delitos sobre sus espaldas, según ellos, cómo no lo tienen ya entre rejas, acusado de ser enemigo público de nuestra sociedad.
La implacable oposición se ceba también, y con el mismo ahínco que acostumbra, contra la decisión de Pedro Sánchez de convocar las elecciones generales unos meses antes de lo que se preveía, haciendo uso de su legítimo derecho, algo que ha sentado a los dos partidos opositores (que ya casi es uno solo) como una patada en las espinillas; una más de sus contradicciones, porque si tantas ganas tienen de echar a Sánchez de Moncloa cuanto más pronto se celebren elecciones antes tendrán la posibilidad de alcanzar su sueño.
Personalmente, continúo sintiendo la misma admiración y respeto por nuestro presidente, a pesar de los errores cometidos a lo largo de su mandato, porque los aciertos y las mejoras (sobre todo sociales) alcanzadas, están muy por encima de dichos errores, teniendo muy en cuenta la ininterrumpida cadena de adversidades con la que se ha visto obligado a lidiar desde que cogió las riendas de este, nuestro país, carcomido por la corrupción del gobierno del PP de Rajoy y continuado por dicha serie de adversidades, siempre, siempre acompañado, por una oposición más dedicada a la cerrazón y al insulto, que a proponer alternativas para ayudar a solucionar esas situaciones de angustia por las que nuestro país se ha visto obligado a pasar.