Opinión

Números en Cataluña, números en Podemos… perversos números

Las Matemáticas nos ayudan, directa o indirectamente. Sin esa precisión y sin cálculos no se podría concebir nuestra vida en un mundo civilizado. Ya no sobrevivimos en tribus en plena Naturaleza. Y, sin embargo, con frecuencia usamos los números de forma perversa, somos presos de las cifras, sobre todo, cuando se trata de dinero y de beneficio político. Tenemos dos asuntos de candente actualidad para verlo. Tanto Alberto Núñez Feijóo como Felipe González han coincidido en su análisis -no es tanta casualidad- sobre la fiscalidad en el encendido debate acerca del trato privilegiado para Cataluña. Modestamente, yo hace tiempo que digo lo mismo en mi entorno: da igual en qué caja contable pongas tus impuestos o tus deudas públicas (estatal o regional), porque al final pagamos entre todos. Estos dos políticos lo han soltado ahora para influir en la opinión pública contra el Gobierno, obviamente, después de su maniobra hábil Pedro Sánchez de ofrecer la condonación de la deuda a todas las autonomías. Y tienen razón el gallego ¿popular? y el sevillano ¿socialista? en que perdonar todos esos millones no deja de ser un maquillaje contable, porque al final el bolsillo sigue siendo el mismo.

Pero precisamente por eso, porque apuntar en diferente “libreta” lo que debes no te exonera, todas las monsergas que llevamos meses y años soportando sobre el trato preferente con la financiación autonómica, a ver quién llora más, no dejan de ser una pérdida de tiempo y una manipulación de las masas. La patraña de que ahora Puigdemont y antes Pujol o quien fuera saca tajada, se derrumba cuando se ven listas de espera en Sanidad o la mayor carga fiscal para los catalanes, como lleva mucho tiempo ocurriendo. Al final, de lo que se trata es de cubrir necesidades donde existan, como un tren decente a Extremadura o inversiones contra la despoblación en Castilla y León, por poner dos ejemplos. O viviendas a precio tasado en las macrourbes de Barcelona o Madrid, las áreas teóricamente ricas. Etcétera, etcétera. En lugar de eso, cada presidente autonómico se pasa el tiempo con la calculadora en la mano para saber si le está llegando el dinero que le corresponde o menos que al vecino. Patéticos todos.

Siempre haciendo números en la nebulosa. Y otros que también echaron cuentas de forma vergonzosa, los de Podemos. Cuando se enteraron de las primeras denuncias contra Juan Carlos Monedero por presunto acoso sexual, lo que tocaba era apartarlo de su estructura mientras se aclaraban las cosas (eso lo hicieron a medias y no de forma muy tajante) y, sobre todo, airearlo de forma ejemplarizante desde el minuto 1, en 2016 (¿cuándo se va a resolver esa denuncia?). En cambio, ahora la formación “morada” ya puede considerarse un “partido político” con todos sus ingredientes, ya han alcanzado la “mayoría de edad” y se han homologado al resto de siglas de toda la vida, las del bipartidismo. Pero en lo ruín, en el cálculo de rédito político, en medir si contar la verdad les podía hacer daño electoral. Qué poco tiene que ver esta estrategia con aquel espíritu originario que mamó del movimiento 15-M de los acampados en la Puerta del Sol.

Aunque después las causas judiciales -hipotéticamente- quedaran en nada, que nadie lo sabe, de forma preventiva el político acusado tiene que apartarse de la escena. En vez de eso, en Podemos han jugado la carta de a ver si nadie se enteraba. Poca ética. Cuentan las malas lenguas que la cosa les ha estallado en las manos por una vendetta de los de Sumar… al destaparse lo de Errejón (otro que tal baila). En fin, eso ya es lo de menos. Por cierto, que ese otro caso tiene un cariz lamentable, no sólo por el ‘picha brava’: resulta que su víctima firmó un contrato de 30.000 euros con Mediaset (Telecinco) para ir a contar allí sus exclusivas. Hay traumas y traumas, parece ser, y las penas con pan son menos, ¿no se decía así?

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