Por J. J. Fernández Cano, escritor
A los españoles se nos aconseja que ahorremos. A los españoles se nos viene aconsejando desde tiempos inmemoriales que ahorremos, sobre todo a las clases más desfavorecidas. Ya en mi niñez y primera juventud, los sacerdotes católicos procuraban inculcarnos la virtud que suponía ser pobres, ya que heredaríamos el Reino de los Cielos, quizá por aquello del camello y el ojo de la aguja.
En los tiempos actuales, los nuevos dioses de la Economía nos siguen aconsejando que el ahorro es el padre de la felicidad; si hay que comer tres veces al día, a ver si nos apañamos con dos. Si no podemos cobijarnos en una vivienda, aunque sea humilde, pues nos queda el refugio de los puentes, y si no podemos ir en coche, nos queda el socorrido recurso de la bicicleta, pero lo importante es ahorrar para, siguiendo este modo de vida más que espartano, poder costearnos un seguro de pensiones privado, puesto que eso sí es preciso ante las perspectivas que nos pronostican.
Estos «juiciosos dioses» de nuestra época nos auguran un futuro nefasto si vivimos por encima de nuestras posibilidades.
Si a familias y pensionistas que percibimos unos ingresos inferiores a mil euros mensuales se nos pide que recortemos nuestras necesidades, pues habrá casos en los que sea posible, pero si tenemos que cubrir una hipoteca, alquiler o ayudar a hijos que están en situación precaria (que los hay en abundancia) la cosa se nos antoja difícil.
Y si ya hablan de ahorrar, se nos cierra la noche en tinieblas.
Es muy de tener en cuenta que hay familias que administran con auténtica maestría los pocos ingresos que perciben y las hay que ganen lo que ganen, pasan tres semanas del mes en situación holgada y la cuarta oprimi- dos por penosas estrecheces; pero una inmensa mayoría de quienes no pasan de ser mileuristas, lo de vivir y ahorrar lo tienen –lo tenemos– más que crudo, si no es aplicando fórmulas mágicas como la propuesta del antaño presidente de la Patronal, Díaz Ferrán, con aquello de: trabajar más y cobrar menos. En lo de trabajar más, posiblemente se refería a acumular horas extraordinarias y no cobrarlas, como ocurría entonces y sigue ocurriendo hoy.
Aunque quien ha puesto recientemente el huevo de dos yemas ha sido el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, refrescándonos la memoria con esto del ahorro. Él podría darnos lecciones de cómo alcanzar el milagro, puesto que, si los demás mortales cobráramos más de 12.000 euros mensuales como percibe este afortunado señor, habría guita suficiente para lograr el objetivo del ahorro sin necesidad de apretarnos el cinturón por haber comido meno.
A uno no le cabe en la cabeza que personas que piensan así, y encima lo dicen en público, anden sueltas por ahí sin la ayuda de un estricto seguimiento psicológico.