Por Rafael Serralta, alcalde de Ibi
En un mundo cada vez más polarizado y en el que se practica poco la reflexión, donde imponer determinadas ideas parece ser misión de vida para unos pocos y donde buscar la polémica es práctica habitual; más que nunca, tenemos la obligación de parar y dar gracias por
aquellas cosas que nos unen y enorgullecen.
Por supuesto, me estoy refiriendo a les Festes d ?Hivern, un tiempo que nos hace recordar la importancia de conservar y preservar nuestra historia, costumbres y tradiciones, solo posible gracias al trabajo de muchísimas personas cuyo buen hacer se refleja en el esplendor que caracteriza estas semanas. Vaya por delante la enhorabuena a la Taula d ?Hivern, encargada del correcto funcionamiento y organización de actos; a la Asociación de Reyes Magos, artífices de que nuestros sueños y, especialmente, los de los más pequeños se hagan realidad; a las dos Parroquias de Ibi, a los Paqueteros Reales por su reparto de regalos y; en definitiva, a una infinidad de personas que contribuyen al hecho de que nuestras tradiciones continúen perdurando en el tiempo y en próximas
generaciones.
Los protagonistas de estos días, comenzando por el día del Pregó de Festes, seguido de una gran variedad de actos que ensalzan la figura de Fadrins i Casats, Tapats, Amantats, Enfarinats i Oposició y, la llegada de sus Majestades los Reyes Magos de Oriente y los Paqueteros Reales, representan la ilusión de todos y el anhelo de muchos otros que sueñan con poder vivir algún día esta experiencia en primera persona. Para muestra un botón, 6 largos años para poder ser Paquetero o Paquetera Real, en la que durante 3 años la juventud ibense reparte ilusión y magia en los hogares de nuestra localidad.
Una tradición que ronda los 80 años de historia y lejos queda de evocar lo perpetrado en las plantaciones de algodón del sur de Estados Unidos. Nuestros Paqueteros Reales son legado de un pueblo de tradición juguetera y un símbolo de orgullo y unión. La marca en la mejilla del Rey Baltasar y los Paqueteros Reales levanta sonrisas a su paso y guiños entre amigos y familiares para que no sean reconocidos por los más pequeños. El monumento que ensalza estas figuras tan importantes en la Navidad nos recuerda todos los días del año lo importantes que son la magia y los sueños para la ciudadanía ibense, en especial a los niños y niñas que se despertaron por la mañana con una estampa que quebraba todo los que simboliza. Pintar monumentos para expresar o defender una idea no es la manera adecuada, en absoluto.
Si algo ha quedado claro en los últimos días, y he mantenido conversaciones con muchas personas durante este tiempo de reflexión, es la unión sin fisuras en la condena a un acto que lejos de desunir solo ha logrado engrandecer nuestra tradición y reconocer aún más si cabe, el trabajo cuya recompensa tiene la complicidad de todo un pueblo. No me cansaré de decirlo, son más las cosas que nos unen que las que nos separan. Som un gran Poble.