Mi palabra no es tan importante
El mal sainete de estos días –con la que va a ser nueva presidenta de Extremadura, el líder regional de Vox y el sosera de Feijóo– sobre el pacto PP-Vox en Extremadura, ha conseguido que todas esas ilusiones que teníamos de que María Guardiola cumpliese su palabra dada cual matiz de perfume, se nos viniera abajo en un plis plas. El cielo se deshilachó en colores negros en cuanto la señora Guardiola, ante esas andanadas de los Feijóo, Ayuso, Aguirre y otros, fue conminada a rectificar de su decisión inicial de no pactar con Vox, dándole cabida en su gobierno, pues su coherente postura dejaba con el culo al aire a otros muchos compañeros que sí pactaban con este partido que niega el cambio climático, la violencia machista –a la que suscribe como intrafamiliar–, no acepta a quienes vienen de países pobres o deprimidos, etcétera, como es Vox.
Y la mujer que emocionó a muchos españoles con su pertinaz resistencia y firme convicción de su palabra dada, va y firma con Vox: «Es preferible que me frustre yo a que se frustre el futuro de los extremeños». Pero qué quieren que les diga, toda cuestión ideológica que separa a ambos partidos, como la violencia machista, ha quedado fuera de la firma de su acuerdo.
La justicia divina ha querido que, en el instante en que María Guardiola firmaba con Vox su acuerdo de gobernabilidad, va el misérrimo Feijóo y declara públicamente que: «Sin palabra no hay política». ¿Lo entienden? La mujer, y cara nueva para los españoles, dio su palabra de no pactar con un partido xenófobo y que no respeta los derechos LGTBI ni el cambio climático y, tras su paso por Madrid, la obligaron a rectificar, por lo que, no sé de qué va Feijóo presumiendo de tener palabra.
Da igual quién es María Guardiola, porque de ser firme promesa dentro del PP, ha quedado denostada y desprestigiada, pues se colocó con la firma al nivel de aquellos políticos mentirosos que no dejan de ser barcas rendidas sobre la playa. Lo digo a todas las Marías Guardiolas, de nada vale la pompa, el entorno idílico, ni esas sonrisas forzadas en ese gran apretón de manos, para hacernos creer su contento por ese acuerdo, cuando en su cara lo que leíamos era otra cosa muy diferente.
Palabras entreveradas y mucha mentira la del ínclito Feijóo: «Sin palabra no hay política», y lo que hasta aquí venimos percibiendo, es que este hombre no tiene ni palabra, ni su política es de fiar, cuando en este acuerdo extremeño ni siquiera aparece la violencia machista dentro de su acuerdo de 60 medidas.
Guardiola nos quiso hacer sentir que era una persona sincera, pero no lo ha sido, y si al final no ha resultado tan importante su acuerdo, veremos pues, si de verdad le ha guiado ese interés de sus paisanos de Extremadura, en vez de lo que dice Vox: «el día de mañana vamos a ver la bandera de los pedófilos» (dicho por un concejal de Vox en Mérida sobre colgar símbolos LGTBI en los balcones). Suerte.