
Francisco, fervor y esperanza
La verdad es que este papa, al que el mundo conoce desde hace doce años como el papa Francisco, siempre me ha parecido una persona capaz de elegir la vida que quiso vivir, conservando un brillo inagotable. Su voz sonaba tranquila y pausada. Creo que, pese a ser el líder de una Iglesia católica llena de misterios y profundidad en sus cavernas, se sentía dispuesto a todo. La vida fue gastándolo poco a poco, pero fue de esos papas que, desde el inicio de su pontificado, supo que la bruma de esa Iglesia que dirigía habría de quedarse en los tejados.
Y, aunque pueda parecer contraproducente que alguien como yo, que no es católico romano, se atreva a escribir sobre este pontífice, me ha causado cierto regusto comprobar cómo el partido de Abascal —salvo alguna condescendencia aislada por tratarse de alguien recién fallecido— no ha visto con buenos ojos su pontificado. Señal de que, en estos doce años al frente de la Iglesia, este papa hizo algo bien.
Morir a los 88 años es haber tenido una larga vida. Su final no sugiere dudas ni actos conspiranoicos, como ha ocurrido con otros papas, donde la muerte despertaba sospechas de conspiraciones y juego sucio. Lo cierto es que el mundo entero se ha condolido por esta desaparición, pues su legado en cuanto a la apertura de la Iglesia hacia el siglo XXI es innegable. No podemos decir que fue un papa rojo o de izquierdas, pero sí emanaba una autoridad natural y una profunda compasión por las personas más desfavorecidas, aquellas que son pobres y sufren ese doloroso añadido que les aguijonea el alma.
Muchos lo consideraron un muñeco por querer integrar dentro de la Iglesia la figura de la mujer, por querer respetar y equiparar a los homosexuales, por intentar poner más orden en la institución vaticana, y por tantas otras cosas a las que buena parte del mundo apenas prestó atención. Pero él consiguió tejer relaciones estrechas.
Fue un papa aperturista, con un discurso propio, cercano a esa realidad que suele asociarse con la izquierda. Representó un avance frente a los retrógrados y fanáticos que nunca miran con buenos ojos el progreso. Seguramente todo le resultó difícil, como siempre ocurre a quienes intentan cambiar. Se fijó en aquellos que aman de manera diferente, en el papel de la mujer en la institución, en la inmigración y en los que siempre sufren de primera mano las consecuencias de las guerras. Valores que la ultraderecha no acepta, pues siempre han creído que la sexualidad, la religión, la identidad y la pertenencia son patrimonio exclusivo de los ultras.
Todos deberíamos aplaudir el valor del papa Francisco como referente moral para quienes lo necesitaban. La Iglesia católica debe cambiar y encontrar nuevas formas de integrarse en la sociedad. Ojalá los cardenales acierten en su próxima elección. Francisco quiso ser modesto, alejado del lujo, mientras millones de seres humanos sufrían y pasaban privaciones. Ojalá alcance la vida eterna junto al Hacedor. Quiera Dios que reine la paz en el mundo.