Dar tierra a sus muertos
¡Qué tiempos aquellos en los que hasta el odio llegaba a nuestros muertos! Me refiero a tiempos de Franco, cuando los curas presionaban para que el difunto/a fuese enterrado por el rito católico o en caso contrario no tendría sitio en el cementerio de la localidad, teniendo que dar sepultura al difunto en aquel pedacito de tierra junto al cementerio, pero separado por un grueso muro, al que se le conocía como El corralito.
Cuando la luz del atardecer afila las sombras, me he tropezado con esa noticia esperpéntica. Así, el alcalde de Torreblascopedro (Jaén), insta a los familiares de los difuntos a que los entierren ellos mismos. Incomprensible.
Vamos, que en la localidad no existe la figura del enterrador, por eso, su alcalde ha explicado que cualquier persona puede hacerse cargo de enterrar a sus difuntos. Lo increíble es que se adjudicó una plaza en el cementerio municipal, pero que no tiene nada que ver con los enterramientos, y que comprende como funciones las de abrir, cerrar y mantener limpias las instalaciones. Enterramientos cero. Vamos, que enterrador no tienen, pero si alguien se muere pueden llamar a su alcalde para que vaya a enterrarlo. Esto está muy bien, aunque la oposición socialista se queja amargamente al considerar increíble que el ayuntamiento, que siempre contaba con un enterrador, ahora que se saca una plaza para el camposanto, los vecinos no tengan a nadie que entierre a sus difuntos.
Y sí, estoy conforme con la oposición, es incomprensible que en momentos tan dramáticos y dolorosos, sean los familiares quienes tengan que contratar los servicios de un albañil para que se ocupe del enterramiento, o en su defecto, hacerlo ellos directamente. Igual este alcalde se cree que todo el mundo está capacitado para esta tarea. Además, sorprende el cuajo o desfachatez de este ayuntamiento y su alcalde, pues sea cual sea el problema, sus convecinos tienen la fea costumbre de morirse en algún momento de su vida, lo cual hace creer que, en realidad, el ayuntamiento no prevé esta circunstancia y saca una plaza diferente a la de enterrador, cuando lo más inmediato sería sacar esa plaza para poder dar sepultura a sus convecinos que fallecen, y hacerlo en condiciones dignas.
Me viene a la mente la asquerosa despedida de Dalí con su padre, al llevarle un preservativo usado con semen suyo: «Ya no te debo nada». Vamos, que todos esos difuntos han de sufrir aun después de muertos. El alcalde deja a los difuntos a punto de descender a los infiernos. Y es que hay que tener la cara muy dura para pedir a sus vecinos que entierren ellos a sus difuntos. Ver para creer.