Opinión

Culpables, responsables… en las catástrofes

Nunca me han convencido mucho los discursos que señalan al dirigente político como culpable de las catástrofes naturales o causadas por la mano del hombre (o también por imprudencias o negligencias), en definitiva, los desastres originados por otros. Seguramente las leyes tienen su fundamento -como siempre o casi- y hay que exigir “responsabilidades políticas”, pero me parece que se suele perder de vista la causa originaria y principal del desastre, de la tragedia.

Cuando el Prestige, se apuntó a Mariano Rajoy durante mucho tiempo y pocos titulares vi de la naviera o la compañía que tenía que haber tenido en mejores condiciones aquel barco que manchó de negro las aguas y las costas gallegas. Ahora que nuestros vecinos valencianos se han ahogado en la mayor riada de la historia, sigue coleando un debate de “fango sobre el fango”, como bien han bautizado algunos, entre la Generalitat Valenciana y el Gobierno central reprochándose mutuamente la ineptitud. Paradójicamente, por una vez seguro que ambos tienen razón: los autonómicos fallaron en no lanzar la alerta mucho antes, la víspera, mientras que los estatales erraron al no desplegar el dispositivo de emergencias con más rapidez, sin esperar a que nadie lo pidiera. Visto lo visto y la envergadura de la catástrofe, nadie le hubiera reprochado a Sánchez coger las riendas y asumir todas las competencias. ¿Nadie? Bueno, era una forma de hablar. Igual que cuando en pandemia morían hasta más de mil personas al día y el Tribunal Constitucional no consideró situación “excepcional” esa debacle del coronavirus, si en Moncloa hubieran tomado ahora la decisión de apartar a Carlos Mazón, ahí estarían algunos abogados ultras y “gentes de bien” acudiendo a los juzgados. Y no iban a faltar tampoco palmeros pseudoperiodistas clamando al cielo porque vivimos en una dictadura socialcomunista etarra y bolivariana.

Aunque eso no exonera a Sanxe: si de todas formas te van a poner a caer de un burro, hagas lo que hagas, toma el buen camino sin titubeos ni cálculos electorales. A pesar de todo eso, y de la comida tan larga como inoportuna de nuestro Honorable con la periodista en el día menos indicado, insisto en que no hay que cargar tanto las tintas contra esos políticos por lo ocurrido. Sin ir más lejos, todos nosotros nos tomamos poco en serio las alertas meteorológicas, por desgracia, con la coartada de que a veces fallan. Más vale pecar por exceso y curarse en salud, como hicieron los alcaldes de Elche, Crevillent y Santa Pola, que cerraron los colegios aunque luego allí apenas llovió. Y como lección constructiva que debemos aprender todos, cuando el pronóstico apunte a temporal, ni se nos ocurra bajar al sótano a salvar al coche, no nos desplacemos por carretera e incluso tengamos preparada una huida a la planta de arriba del edificio. Algo que, por cierto, nunca se había recomendado porque nunca subió tanto el nivel del agua en una gota fría. Increíble. Otro indicio más de que el cambio climático no es ninguna quimera ni propaganda ecolojeta, a ver si toman nota los negacionistas de la evidencia. Mirando al futuro, traten de reconducir en la medida de los posible las aguas de sus antiguos cauces y, si es necesario, liberen espacio derribando incluso las construcciones en riesgo de inundación constante. Y, sobre todo, no vuelvan a autorizar el urbanismo en ramblas y lugares que, más tarde o más temprano, se convierten en ríos, aunque sea por unas horas.

Y como la actualidad local se impone, hablando de tragedias, igualmente y en otra escala y dimensión, ojalá se averigüen las causas de la explosión en Climber para que no se repitan estas desgracias, más allá de buscar culpables. Estremece ver cómo un accidente puede acabar con tres vidas y duele saber que no podemos hacer nada por consolar a sus familias. DEP.

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