
Frente a la guerra comercial, la “guerrilla” del consumo
Hasta que no nos demos cuenta de que la única manera razonable de hacer la guerra consiste en el boicot como consumidores, seguiremos despilfarrando de forma idiota el dinero de todos en armas. El nuevo ‘sheriff’ del país ‘gendarme del mundo’, el personajillo ridículo de las ‘Trumpadas’ (o trompadas), ha dado un puñetazo en la mesa y en plan perdonavidas dice que ya no sufraga más la guerra en Ucrania porque los europeos vamos de rácanos y no gastamos bastante en armamento.
Vamos a hacer cuentas: si en Bruselas la UE calcula que no disponemos en el Viejo Continente de suficiente industria armamentística para fabricar todos los carros de combate, aviones, fusiles, etcétera que se estaban enviando al frente, ¿quién los estaba facturando hasta ahora? No hace falta ser un lince para imaginárselo. El de siempre, la “cuna de la democracia” y de la “libertad”, a golpe de hacer de la guerra un negocio.
Toda esa chulería para dinamitar cualquier atisbo de paz, el numerito del presidente yanki avasallando a Zelenski, estaba más que premeditado. El papelón que nos queda a los europeos no debería ser -encima- comprarle de nuevo el armamento al Tío Sam. Aprovechen ustedes, dirigentes comunitarios, que el iluminado ha empezado ya con sus aranceles para promover un boicot a los productos que vengan del otro lado del Atlántico… Y también los de Asia con socios norteamericanos, que de esa mercancía llega mucha más cantidad.
La fuerza de la UE, si de verdad es una Unión Europea, radica en los cientos de millones de consumidores con más poder adquisitivo que ninguna otra región del planeta. Quien no respete los principios del pacifismo, aquí no vende. Y no me vengan los agoreros con que nos va a salir muy caro. Como mucho, igual de caro que seguir financiando al lobby de las armas, que ya nos la “cuelan” disimulando ese gasto en diferentes partidas de los Presupuestos Generales del Estado, tan pronto en el concepto de “seguridad” como en otros, para repartir la factura y que no “cante” tanto en el Ministerio de Defensa.
Puestos a generar nuevo tejido productivo en estas latitudes, mejor en el ramo alimentario, agrícola o ganadero (o energético) que en fábricas de metralletas, que sólo sirven para eso.