“Pleitos tengas…” Vamos a hacer Historia
Llevamos camino de hacer Historia, los españoles. A tenor de los últimos acontecimientos, un marciano que nos visitara y no estuviera fanatizado por siglas políticas, sin prejuicios ideológicos de ningún tipo, llegaría a la conclusión de que un fraude millonario al fisco por inventarse facturas para no pagar impuestos por beneficios (¿les suena?) no tiene mayor importancia. En cambio, que nos enteremos de quién es el defraudador, aunque haya confesado y se sepa desde hace tiempo su identidad, eso no se puede tolerar. Pongamos nombres a la historia, porque aunque parezca increíble, la estamos viviendo. El novio de la ‘superpresidenta’ Ayuso, “la esperanza blanca” de muchos conservadores, se embolsó un par de millones en comisiones aprovechando la pandemia, todo legal aunque con dudosa ética. No tenía bastante con las sustanciosas y rápidas ganancias, porque tampoco quiso aflojar lo que le tocaba tributar. Lo pillaron “con el carrito del helado” y para evitar el juicio con escándalo, se apresuró a confesar y puso dinero sobre la mesa para enterrar el asunto. Para redondear la jugada, el ‘maestro’ MAR (Miguel Ángel Rodríguez) urdió la patraña de que eran los de Hacienda quienes le habían ofrecido el acuerdo al consorte de Ayuso. Había que quitarle hierro al mayúsculo chanchullo, claro, y lo filtró.
Lógicamente, el fiscal general del Estado salió a desmentir el vergonzoso bulo del maquiavélico asesor y omnipresente asesor de la presidenta, su creador en sentido literal, quien le susurra al oído (a su pinganillo). En un país medio serio, el tirón de orejas, la sanción o lo que toque, debería apuntar a ese mentiroso que filtró la trola a la prensa. Pues no, el aparato judicial apunta a quien tuvo que aclarar la ‘fake news’. El propio Rodríguez se jacta en redes sociales de que si el fiscal se atreve con él, irá “p’alante”. Más barriobajero no puede ser. Bueno, sí, también amenazó por WhatsApp a un medio de comunicación con que los iba a “triturar” y tendrían que “cerrar”.
La patraña con la que aspiran a sentar en el banquillo al representante máximo del Ministerio Público es el delito de revelación de secreto… por la privacidad de los datos del novio, cuando su caso y su nombre llevaban ya tiempo en boca de todos, publicados por todos los medios. ¿Dónde estaba el secreto, entonces?
Llevamos casi cincuenta años de democracia con decenas o centenares de casos judiciales bajo secreto de sumario, asuntos infinitamente más graves por violencia, asesinatos, terrorismo, abusos sexuales incluso, en los que se ha ido informando puntualmente pasándose por el arco del triunfo de facto ese secreto dictado por los jueces. En teoría, el espíritu de la ley establece que todas las diligencias tienen un carácter opaco y sólo al llegar a juicio todo pasa a tener naturaleza pública, transparente para todos. ¿Se esperan los medios de comunicación a que algún acusado se siente en el banquillo? Nunca, por supuesto, nos van informando de todo y con detalle.
Pues nada, eso va a cambiar ahora por obra y gracia de Ayuso, que parece superar al Espíritu Santo, con perdón por la blasfemia. ¿Quién ha osado usar el nombre sagrado del defraudador en vano? Da igual que nada menos que una presidenta autonómica pueda vivir en una vivienda pagada con dinero de un presunto desfalco. Lo importante es preservar su anonimato.