Opinión

Una vergüenza para la humanidad

La cosa comenzó en Columbia: una de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, con agrias manifestaciones pro- palestinas por parte de los estudiantes, lo que originó otras manifestaciones en contra de los primeros manifestantes, acusándolos de antisemitas, lo que ha creado un clima de tensión en una de las potencias más importantes del mundo occidental: Estados Unidos.

Para dicha potencia, acostumbrada a ostentar la hegemonía mundial, y cuya táctica consistía y consiste, en dejar (y en muchos casos fomentar, si no desde su Gobierno directamente, a través de la CIA u otros resortes de poder discretos) revoluciones, altercados y guerras fuera de sus fronteras, no deja de suponer una seria contrariedad que se monten estos conatos violentos en sus calles y plazas entre seguidores o simpatizantes de árabes o judíos, ya que a los yanquis, o a algunos de ellos, les gustan las guerras, pero en países ajenos.

Esto explica, en gran medida, el comportamiento (a todas luces incongruente, además de injusto) que viene adoptando Estados Unidos ante las infamias que sistemáticamente, vienen cometiendo los israelíes en la franja de Gaza, como represalia a los criminales actos terroristas perpetrados por Hamás, represalias tan atroces y desproporcionadas que no justifican el prolongado horror que ya alcanzó esta apocalíptica situación. Sin contar con que el Estado de Israel ha financiado a Hamás, un detalle difícil de explicar, a no ser que el terrorismo les venga bien para justificar su represión.

Además de aquí en Europa, en otros muchos países, continúan aumentando las protestas por el bárbaro acoso que está sufriendo el pueblo palestino por parte de Israel.

Las guerras se arman por causas ideológicas, territoriales o políticas, entre otras muchas; pero una de las principales, viene de la mano de las grandes factorías de la industria armamentística, y teniendo en cuenta que en Estados Unidos es, posiblemente, una de las potencias en las que más armamento bélico se fabrica del mundo –seguramente la que más–, no es difícil llegar a la conclusión de que son los menos interesados en que las guerras firmen la paz. Esto explica la postura tibia e indecisa de su actual presidente a la hora de poner freno a las masacres que se vienen perpetrando en Gaza, saltándose las leyes internacionales establecidas.

En Gaza se está sufriendo una agonía que solo se puede comparar con las abominables acciones perpetradas en los campos de exterminio nazis. En aquel tiempo fueron las tropas aliadas las que pusieron fin a aquellas atrocidades, en las que jugaron un papel preponderante las fuerzas norteamericanas. En la amarga tragedia que contemplamos ahora en Gaza, las instituciones internacionales dicen mucho, pero hacen poco, y las grandes potencias sólo se limitan a poner paños calientes. Tal vez nos quede la esperanza de la presión que ejercen los estudiantes de cada vez más universidades. No hay nada que justifique la criminal composición de metralla y bloqueo que sufren estas pobres criaturas. Es una auténtica vergüenza para el mundo.

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