El payaso, los leones y los saltimbanquis

Siempre me encandiló el circo cuando niño. Además de que sus protagonistas demostraban agilidad, fuerza, humor y generaban un auténtico universo rico en fantasías a esas edades infantiles, yo trataba de meterme en la piel de aquellos nómadas de caravana y camión (antaño carromatos) y me preguntaba si yo podría vivir así, de ciudad en ciudad o pueblo, con la novedad de cada nueva escala, pero también con el sacrificio de no disfrutar de un hogar estable. El espectáculo que nos ha ofrecido el presidente del Gobierno -no sé la razón- pues me ha evocado eso precisamente, un “circo político” que poco tiene de aquel espíritu épico y creativo, sino más bien ese cariz más despectivo con que se utiliza también el término, cuando se quiere poner de relieve que hay demasiadas notas discordantes, un exceso de puesta en escena… “menudo circo”.

Habría entendido que el golpe de efecto de aquella carta por “amor a su mujer” hubiera llevado después a una cuestión de confianza, a refrendar el apoyo del Parlamento para seguir adelante como único partido político capaz de sumar una mayoría, por muy inestable que sea, la única en estos momentos porque nadie va a “bailar” al son de Vox, aparte del PP. En cambio, al aparecer cinco días después para decir con todo el cuajo del mundo “me quedo, no ha pasado nada”, está claro que Pedro Sánchez ha sido el clown, el payaso triste, sin gracia, de este circo que él solito montó. Completan el cartel los “leones”, unas fieras tal vez nobles, pero de las que uno no se puede fiar, porque en cualquier momento te dan el zarpazo a traición, como han demostrado en infinidad de ocasiones. Ese papel lo llevan cumpliendo años o décadas los sectores más reaccionarios de la sociedad, que anidan en el PP y más aún en Vox. Y no estoy metiendo a todos sus militantes ni dirigentes en el mismo saco, para nada. No todos lo son, pero prácticamente todos los que son están ahí, en sus filas. Quienes no acatan el veredicto de las urnas, quienes echan bilis por las redes sociales a diario con mentiras y bulos (y quienes lo financian), quienes admiten a trámite denuncias sin fuste, en definitiva, los que no saben perder y sólo han estado calladitos mientras gobernaban los suyos.

Finalmente, para completar el programa circense, no podían faltar los saltimbanquis, funambulistas, personajes que caen simpáticos y hasta en ocasiones despiertan admiración, pero a quienes la gente no suele prestar mucha atención y olvida pronto. Simple entretenimiento, con todos los respetos. Ahí está toda la jungla de políticos de la izquierda real, más allá del habitual socialismo cosmético del PSOE. Casi hay tantas siglas y partidos como militantes. Tristemente patéticos, entre egos y discrepancias sin fin. Si realmente trabajaran en un circo, no se pondrían de acuerdo ni para atar los dos extremos del cable de acero para el equilibrista. En fin, así nos va, con este circo. Casi me parece milagroso que la máquina de la res pública, de la gestión del dinero de todos, funcione medianamente, con estos artistas sobre la pista. De todas formas, no se olviden nunca de pagar la entrada (ir a votar), porque sigue siendo “el mayor espectáculo del mundo”, a pesar de los pesares, en él participamos todos.