Lo que da terror son leyes tan interpretables
Quién iba a pensar que no está claro lo que es terrorismo en democracia. En un país con centenares de muertos por los salvapatrias de ETA –y unos pocos del GAL más algún grupúsculo de iluminados radicales, no hay que olvidarse de nadie–, pues parece que no lo tenemos claro. En fin, me parece que una gran mayoría de españoles entre quienes me incluyo, sí concebimos el significado de esa lacra. Más o menos tenemos en mente lo que definió un tertuliano esta misma semana en un programa de radio, según una especie de norma europea: terrorismo se entiende como un atentado, un secuestro, una acción violenta en la que se pone en peligro la vida humana. En esencia, se trata de emplear la violencia y jugar con la muerte como método de presión. Hasta ahí, parece que Puigdemont no encaja mucho con el perfil de terrorista, porque coger las de Villadiego en el maletero de un coche después de proclamar una república fantasmal durante unos segundos… No veo yo qué vidas puso en peligro. Luego hay otra serie de comportamientos que también se añaden a la definición de terrorismo, mucho más ambiguos y a los que se agarra como un clavo ardiendo cierta derecha (política, mediática y judicial, que también existe, tal como está quedando patente en estos tiempos). Con el subterfugio de que si destruyes infraestructuras o amenazas el funcionamiento del Estado, también eres terrorista, y se supone que Puigdemont, al alentar el tsunami democràtic, incurrió en delito como arengador de los disturbios.
Claro, ahí ya cabe todo. Viendo imágenes de los vándalos de los CDR y otros haciendo el energúmeno con barricadas, quemando neumáticos, bloqueando la autopista, pues todo eso se puede etiquetar de terrorismo, si uno quiere. Pero si comparamos con las imágenes de hace unos días con los agricultores franceses cerrando la frontera y atrapando a los camioneros españoles, o ahora a los tractoristas haciendo hogueras y bloqueando los accesos a grandes ciudades, pues tendremos que concluir, si somos coherentes, que todos ellos también son terroristas. ¿Lo son?
En el colmo ya del disparate, otro de los argumentos esgrimidos por este juez tan demócrata e imparcial –por su historial de “cariño desinteresado” al PP, podría decirse– es, nada más y nada menos, que al parecer algunos independentistas planeaban liarla parda en una visita de los Reyes de España. Y por ahí, ya, eso no se puede tolerar… Ya puestos, podríamos ir más allá y a esta gentuza juzgarla y encarcelarla por pensar a menudo en cometer fechorías. La intención también podría ser punible. En cambio, esto que se quedó en planes, en proyecto, sin llegar a molestar a Don Felipe y Doña Letizia, resulta gravísimo mientras que ahorcar o colgar boca bajo un monigote apaleándolo y encarnando al presidente del Gobierno, y que el líder de un partido político augure que más o más temprano, algún español le pegará un tiro al susodicho, a Pedro Sánchez, porque se lo merece, eso es libertad de expresión. ¿Si hubiera dicho una salvajada similar Pablo Iglesias, pongamos por caso, o Íñigo Errejón, en general, cualquier político de la otra cuerda, habría quedado en nada?
A mí lo que me produce terror, ahora que ETA y las torturas de algunos pistoleros en cuarteles y comisarías pasaron a la historia hace tiempo, por suerte, es cómo pueden ser nuestras leyes tan interpretables. Me parece inconcebible que tu condena o absolución dependa tanto de la lotería del juez que te toque en el caso. Eso sí me aterroriza, por la inseguridad para todos. O también que los medios de comunicación puedan acertar la quiniela de qué va a decidir el Tribunal Supremo, el Constitucional, el CGPJ, los principales árbitros de nuestra democracia, en función de cuántos jueces conservadores y progresistas hay en cada momento. ¿Lawfare? Completamente, hasta hace un par de años, lo hubiera negado y habría defendido nuestro sistema a capa y espada. Con tristeza, confieso que ahora ya no.