Sergio Garfia Codón
Las recientes manifestaciones en Madrid y otras partes de España en oposición a la amnistía acordada entre el PSOE y los partidos independentistas catalanes, Esquerra Republicana y Junts per Catalunya, han generado un intenso debate en la sociedad española. Estos eventos han expuesto una creciente polarización política y un descontento palpable por parte de un segmento de la población.
Es lamentable que durante estas manifestaciones se hayan observado proclamas y símbolos asociados a ideologías fascistas y neonazis. Esto es sumamente preocupante y refleja una minoría radical que busca aprovechar la situación para promover su agenda. Es importante subrayar que la gran mayoría de los manifestantes, quienes se oponen a la amnistía, lo hacen desde una perspectiva democrática y legítima. Sin embargo, es esencial evitar generalizar y etiquetar a todos los participantes como antidemocráticos. No todos comparten estas inclinaciones extremistas. Muchos ciudadanos están legítimamente preocupados por las decisiones políticas tomadas y expresan su descontento a través de la protesta pacífica.
Pero hay que dejar de menear el avispero, porque cuando te vienes a dar cuenta, son muchas las avispas que salen dispuestas a picar. Hay que saber respetar, aunque no estemos de acuerdo, pero no podemos desligitimar lo que sí es legítimo y menos por la fuerza, eso es fascismo puro y duro, y nadie quiere volver a eso, ni siquiera los que se manifiestan con esas proclamas y esa estética, porque simplemente lo hacen por ignorancia y/o estupidez.
Esto nos lleva a reflexionar sobre las consecuencias de permitir que partidos como Vox, que arengan a esos indidividuos, tengan presencia en las instituciones. Aunque tienen una representación política legítima, su retórica y acciones extremistas pueden contribuir a la polarización y al debilitamiento del tejido social. Se puede estar en contra de negociar una ley de amnistía, y algunas cosas más que aun se desconocen, para conseguir unos votos para gobernar, pero seguimos viviendo en una democracia parlamentaria y por lo tanto es algo totalmente lícito, al igual que manifestarse en su contra, por supuesto.
Es crucial recordar que la democracia se basa en el respeto a la diversidad de opiniones y en la capacidad de encontrar puntos de encuentro para construir un futuro común. La violencia y el autoritarismo, independientemente de su origen, no son la solución. En tiempos de desafíos políticos y sociales, es más importante que nunca fortalecer los pilares de la democracia y promover el respeto mutuo.